05 enero 2011

Discurso de graduación



"Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía.”
José Vasconcelos

Hace varios años atrás comenzamos un camino en la universidad del Caribe, un camino que tenía la duda en nuestros rostros y el miedo en nuestros ojos. En un andar que se comenzó sin saber a ciencia cierto si la carrera que elegimos era la adecuada, si el destino en el horizonte era correcto y sin saber todas las dificultades que venían por delante.

Hoy dejamos un edificio lleno de recuerdos, anécdotas, historias y experiencias, abandonamos un salón de clases que se queda con las sabias palabras de un profesor y con las risas sonoras de los alumnos. Hoy dejamos atrás pasillos llenos de mochilas, mezclilla y horas interminables, de días sin noches y de mañanas distantes.

Queridos compañeros, les doy la bienvenida a esta cena de graduación en la que tres generaciones de valientes estudiantes nos presentamos ante ustedes para rendirle honores a su paciencia, a su dedicación, a su tolerancia y a su fe.

Durante el recorrido de nuestro camino pedregoso a la cima sobrevivimos a un huracán, a la construcción de nuevos edificios, nuevos laboratorios, reconstrucción de otros, varios cambios de coordinador de la carrera, varios cambios de coordinador de departamento, cambio de rector. Vimos a profesores que llegaron y profesores que se fueron, profesores que regresaron y hasta a niñas genio.

Durante nuestra estancia en la Universidad del Caribe y cuando ya llevábamos algunos años de experiencia con cicatrices en nuestro orgullo y ganchos al hígado, tuvimos la oportunidad de ver cómo las nuevas generaciones entraban a la carrera con altas expectativas, con increíbles esperanzas y con una inmensa ignorancia, una bendita ignorancia de no saber que esta carrera requiere de más que una calculadora, una computadora y un lápiz.

En el folleto de la carrera se deberían pedir nervios de acero, tolerancia al desvelo, paciencia para esperar eternamente que tu trabajo al fin sea reconocido y mucha dignidad y humildad. En la oferta académica de Ingeniería en Telemática debería haber materias no solo para nosotros, sino también para ustedes papás, para ustedes hermanos y para las parejas sentimentales de nosotros. Materias como: “Soportar a un telemático en semana de examenes”, “No llamar a locatel después de 10 días de no ver a tu hijo”, “Cómo aprender a compartir a mi cónyuge con la computadora 6 de 7 días a la semana” y “Cómo saber qué estudia tu nieto y no fracasar en el intento.”

La institución invierte mucho tiempo en prepararnos, en educarnos, en tenernos siempre listos para responder bien y a la primera, para ser los mejores, pero no se preocupa tan solo un poco en preparar a nuestras familias para lo que un telemático llevará a la casa durante el tiempo que dure la carrera y hay tanta incertidumbre en los ojos de la mamá que ve a su hijo dormir 30 horas seguidas en un fin de semana, como de nosotros al entrar por primera vez al salón de clases, donde miradas perdidas y personas extrañas que solo eran un número, una matricula,  se convertirían en los mejores amigos para toda una vida.

Necesariamente tenemos que hacer eco de las voces que se apagaron en  las batallas de los exámenes, en las peleas de la vida y los golpes de la realidad. Tenemos que pedir a todos ellos que alcen con orgullo sus cabezas, que sus ojos miren al cielo y recuerden que todos tenemos la gloria en el destino, pero ésta viene en diferentes formas.
Los mejores días de nuestras vidas serán recordados en las reuniones de pasillo fuera del laboratorio de telemática  en la lucha contra el sistema, en las bancas donde se esperó la siguiente clase, donde se rieron todos y cada uno de nosotros, con los profesores, entre amigos. Esas bancas también serán recordadas por permitirnos descansar en ellas mientras la mochila de turno cumplía el papel de almohada.

Estoy seguro que la amistad que 4, 5, 6 o hasta 7 años de universidad han forjado en nuestra mente y en nuestro espíritu serán perdurables para toda la vida, y que, dentro de 10, 15, 20 o muchos años más, siempre nos recordaremos con la cara de aquellos niños recién salidos de la preparatoria que llegaron a la universidad cargados de sueños, esperanzas y anhelos.
Necesitamos dar las gracias a cada uno de nuestros profesores, a cada uno de nuestros asesores, a cada uno de ellos a los que ahora consideramos como amigos.

Hay que reconocer que no es fácil soportar a un grupo de novatos con hormonas aceleradas y desubicadas a los que les intenta enseñar cálculo diferencial e integral, fundamentos de programación o peor aún, Taller de redacción profesional.

Tenemos que dar gracias por cada asesoría en la que nos explicaban las dudas con tanto profesionalismo y que nosotros creíamos entender, tenemos que dar gracias a aquellos que nos reprobaron y nos hicieron entender que el camino fácil es un acceso directo al fracaso y a la derrota, y que en el salón de clases nos dimos cuenta de cuán capaces somos, que con fuerza, dedicación y empeño en el trabajo duro, podemos cosechar los frutos del trabajo en la parcela de la vida que se nos ha sido asignada.

La universidad del Caribe nos ha visto crecer en todas las formas posibles, ha visto crecer nuestras amistades, nuestras experiencias, ha visto crecer nuestro corazón y mucho más importante aún, la Universidad ha visto crecer nuestros sueño, nuestras esperanzas, nuestras convicciones y ha cambiado la forma en la que vemos a nuestros profesores, la forma en la que vemos a nuestra familia, la forma en la que vemos a nuestros amigos y por supuesto, la forma en la que nos vemos a nosotros mismos.

En definitiva ya no somos aquellos que fuimos cuando mamá o papá nos ayudaba a cruzar la calle y nos enseñaba de los peligros del mundo y de la vida, ya no somos aquellos que solíamos ser cuando esperábamos los regalos de la navidad jugando en el piso, tampoco somos aquellos que pedían ayuda a sus papás para hacer la tarea. HOY somos ciudadanos, somos ingenieros e ingenieras y tenemos un compromiso con todos y cada uno de ustedes aquí presentes para hacer las cosas lo mejor posible, tenemos un compromiso con nuestros amigos, con nuestros profesores, y con nuestra familia, porque cada uno de ustedes vive en nosotros de alguna manera y nos ha hecho lo que somos.

Permítanme ser un poco arrogante, y decir que ustedes sin quererlo nos han impuesto un reto en nuestro camino: Nosotros tenemos que ser mejores que ustedes, tenemos que superarlos, llegar mas alto, llegar mas lejos, ser más fuertes, por que el orgullo de nuestro éxito, es la victoria de sus enseñanzas

Compañero y compañera: “Hoy es el primer día de tu nueva vida, felicidades”

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