08 octubre 2010

Relato de una amnesia en una tarde de verano.


Dedicado a @angelaptero quien me
asesoró y me invitó a hacer un
collage de mi bici para este post.
Visiten su blog.

PARTE I

Salí del centro comercial con el habitual sentimiento de contradicción. Adentro, el aire acondicionado me hacía olvidar el calor insoportable de Cancún y afuera se sentía un horno a su máxima potencia. Ya sé que la gente me miraba curiosa, por verme en manga larga con esas temperaturas, pero confieso que siento un gusto morboso al provocar preguntas casuales entre los desconocidos con los que comparto la calle.

Me puse los lentes de sol y me aseguré de no olvidar nada. Tengo una extraña costumbre de esas que se arraigan con el paso del tiempo y que ocasionan el peor de los pánicos cuando se alteran repentinamente: llaves y monedas en la bolsa derecha, celular en la bolsa izquiera, cartera en la trasera derecha y tickets, apuntes y cosas que recordar en la bolsa trasera izquierda. Todo fríamente calculado.

Al cruzar el estacionamiento la ví , cruda como es la belleza; seco como es el amor, con sus defectos y virtudes, con su plástico y su óxido, con sus pedales y sus frenos: mi bicicleta.

Mi bici y yo nos parecemos mucho... en el costado de mi pie tengo una herida transversal y superficial; ella tiene un corte en la cara de la llanta. Mi bici tiene los pedales rotos, y yo conservo en mis rodillas el recuerdo de los guijarros de mi calle recien estrenada. Una vez que mi cara se estrelló contra el suelo, mi bici sufrió fractura de manubrio. Y mientras que yo olvido dónde dejo las cosas o de qué estaba hablando, a mi bici se le olvida cambiar la cadena de engrane mientras hace un extraño ruido repetitivo “tic, tic, tic, tic”, me parece que se pregunta: “Me estas hablando a mi?” taxi driver style.

Mi vehículo cero emisiones estaba en el estacionamiento para bicicletas, inteligentemente resguardada de los rayos del sol bajo la lona que el supermercado puso para hacer sombra. Me estaba esperando como una mascota, como un pequeño perro cuando lo dejas amarrado y mueve la cola alegremente cuando te le acercas, saca la lengua esperando poder bañarte de saliva y salta sobre ti, feliz de verte.

Asi estaba ella, como las cosas que quieren que se usen, como los libros que ruegan por ser leídos, las películas que demandan ser vistas, o canciones que claman por ser escuchadas una y otra y otra vez. Así estaba mi bicicleta; contenta porque a pesar de sus años era útil para su amo.

La rutina era la de siempre: observarla de lejos, verificar que todo este bien, dos llantas, dos pedales, luz parpadeante roja estilo buzz lightyear, manubrio y cadena. Después, acercarse y tomar la cadena, poner la combinación de cuatro dígitos, quitar la cadena, acomodarla en su lugar en el cuadro y montar a la bicicleta de camino a casa.

Todo era normal, todo era igual. La rutina la había repetido tres veces el día anterior, la había repetido 2 veces el día antepasado y seguramente la semana pasada había repetido esa rutina unas diez veces mas. Pero en ese momento algo estaba mal. Algo no encajaba en el meticuloso rompecabezas que estaba desarrollándose ese día.

No faltaba nada; no sobraba nada. No había nada extraño, pero no lo entendía, y es que después de estar un minuto frente a la bicicleta me extrañé de que no estuviera ya en camino a casa. Algo falló en la rutina. Por un momento no entendí, y es que no me acordaba. Simplemente no podía recordar la clave de la cadena de mi bici.

PARTE II

Ahí estaba yo, agachado, tomando la cadena por las manos, esperando que el seguro se desprendiera y pudiera continuar con mi rutina, pero yo seguía ahí, la bicicleta, también y la cadena, cumpliendo con su deber, se encontraba inmóvil. Me desconoció, no le importó saber que yo era el dueño de la bici, que yo la compré, que yo pagué por ella, por la cadena. No le interesó saber cuántas veces había puesto la combinación y no me lo perdonó. Estaba siguiendo las reglas para las que fue hecha. Sin combinación, no hay bici. Es como decir las palabras mágicas “Ábrete Sésamo” “abracadabra!” “wingardium leviosa” o solamente la combinación.

La combinación son cuatro dígitos que no tienen gran ciencia. Alguna vez leí que los cajeros automáticos tienen un nip de 4 dígitos por que la esposa del inventor le recomendó 4 pues era fácil de recordar. No es gran ciencia. Comenzé a recordar que yo había ido al kinder y me había memorizado el alfabeto en inglés, que había aprendido operaciones con fracciones en la primaria, trigonometría en la secundaria, cálculo en la preparatoria, que podía recordar los nombres de todos mi primos, mis tíos, tías, amigos, teléfonos, celulares y todas las contraseñas alfanuméricas que uso en sitios de internet. ¿Porqué si soy capaz de recordar una contraseña alfanumérica de 10 dígitos distinta para cada sitio de internet al que acceso, no soy capaz de recordar cuatro números para la combinación de mi candado?

Como dice @mafaldaquotes "Justo cuando creí tener todas las respuestas, cambiaron las preguntas". Me incorporé, respiré profundamente y pacientemente traté de recordar la combinación y lo intenté otra vez, y otra vez, y otra vez y otra vez y nada. Me sentía extrañanamente desubicado y mentalmente destrozado. Me pregunté por que no tenía una cadena con llave, una cadena como la de la bici que estaba junto a la mía, pero inmediatamente me respondí que asi lo había querido yo, que quise una cadena con combinación, por que era mas probable que perdiera la llave a que olvidara la combinación. No puedo culpar a esa señora que pasó a mi lado con su carrito de compras y no pudo disimular su risita burlona.

¡Momento! Pero si yo soy un ingeniero, un ingeniero en telemática, soy un animal nocturno, un zombie que ha pasado noches enteras en la universidad durmiendo haciendo tarea. Yo siempre tengo que estar un paso adelante de la situación. Y lo recordé, lo recordé como si hubiera sido hace seis meses cuando compré mi cadena. Yo no elegí la combinación, ésta venía en una etiqueta pegada a la cadena cuando la compré. Y cuando vi la combinación supe, que esto iba a pasar algún día.

Me imaginé extrañado de no saber cuál era la combinación y recurriendo a actividades cavernícolas para romper la cadena. Y yo supe que iba a buscar la respuesta en algún lugar cercano a mi. Así que me pregunté, dónde puedo colocar esta estampa con la combinación para que sea de fácil acceso a mi persona, pero que en caso de robo no levante sospechas. Mi celular, no, muy incómodo. Mis llaves, no, las uso mucho. Mi cartera? Claro, mi cartera, la puedo colocar en una foto, en un calendario o mejor aún en una credencial! El IFE, La de conductor? la de la universidad? la de steren? La licencia de conducir de la motocicleta?. Voilá! Repentinamente me sentí mas inteligente de lo que me había visto la señora y lo íba a comprobar. Obviamente, traía mi cartera, estaba colocada en mi bolsillo trasero derecho como me coloco las carteras desde hacía mas de 10 años. Soy una pistola, pensé. Ahora solo tengo que buscar la credencial donde puse la etiqueta con la combinación.

PARTE III

Traigo de todo en mi cartera. Un par de tarjetas de presentación, dos billete de dolar, una foto completa de mi familia, una foto de mi papá con barba, una vez leí que tu cartera tenía 70% o mas probabilidades de ser regresada a su dueño si en si interior contaba con una foto de bebé, así que yo traía la mía. Contaba con 70 pesos, un billete de 50, otro de 20, un ticket de las quesadillas, una estampa de jesucristo qe me regaló mi tio Pedro en el DF, un melate, mi recibo de pago del verano en la universidad, un calendario, mi credencial del seguro, mi licencia de conducir, mi IFE, la de Costco y hasta una cartita de esas que se hacen con hoja de libreta y que se doblan con tal pulcritud que parecen secretos legendarios. Por lo regular traigo mas de lo que necesito en mi cartera, excepto dinero. Y ese día, no venía la licencia de conducir de la motocicleta.

Maldigo mi suerte, que me caigan rayos, pero ahora solo tenía que encontrar mi licencia. En un cambio de carteras la dejé en mi casa, la puse en una caja en la que guardo cosas innecesarias pero que sabes que cuando las tires las vas a necesitas. Tuve que ir a mi casa, me fuí caminando y me regresé caminando. Pero en mi casa estaba y en la licencia estaba la combinación. No era un accidente, me conozco lo suficiente como para saber de que pie cojeo.

De nuevo, frente a mi bicicleta otra vez me enfrenté a la combinación, pero ahora traía un as bajo la manga, totalmente irresistible para la cadena y plenamente seductor para la bicicleta, que ahora podría utilizar.

Y lo logré. Al fin lo había conseguirlo. Es uno de esos momentos en los que quiere el total reconocimiento público y una ovación de pie. Como cuando tu programa al fin compila después de que tenía 30 errores, como cuando te sale esa transformada de Fourier en el examen, como cuando ves el éxito a la cara y levantas los brazos en señal de orgullo y de fascinación ...aunque en realidad estés totalmente solo y con una sonrisa de oreja a oreja en tu boca.

Regresando a casa me sentía feliz de haber logrado, de una manera poco ortodoxa pero audaz, llevarme mi bici sin recurrir a mi complejo de cavernicola. Ya me veía con unas pinzas, un desarmador y un martillo cortando la cadena y un taparrabo tipo tarzan, danzando alrededor de la bici como los monos con el monolito en 2001 Odisea al espacio. Pero había algo mas poderoso que mi visión y era saber que mi cerebro era capaz de traicionarme y que podría manipularme. La pregunta en realidad es: ¿Cuándo será la próxima ves?

2 comentarios:

Florecita Roquera dijo...

jajajajajaja, hay benyamin !! que bueno que lo lograste !! yeah !!

Angélica B, Galicia dijo...

Keep writting. Keep smiling. Stay curious.