10 abril 2011

Reflexión a la vida

Quiero tener una vida decente y feliz.
Quiero tener el dinero suficiente para vivir tranquilo. Una casa digna, un automóvil decente y una bicicleta coqueta. Quiero un jardín con flores y un huerto. Quiero poder ir a trabajar 8 horas al día y compartir el tiempo con mi familia. Quiero poder tener una computadora de menos de un año de senectúd tecnológica y un internet que me de para navegar tranquilamente. Quiero no tener que preocuparme por el precio de la gasólina o de las tortillas. Quiero poder viajar y conocer mi México. Quiero conocer el extranjero después de haber recorrido las 32 bellezas estatales de la república. Quiero comer en todas las ciudades posibles, conocer a la gente que pone una sonrisa en el amanecer del día a día. Quiero maravillarme con sus paisajes y noches estrelladas. Quiero empaparme de su historia. Quiero sentirme orgulloso de ser mexicano, de presumir de mi tierra con el ejemplo puro del trabajo duro y bien hecho. Quiero ayudar a mi México, a su economía, a su educación, a su tierra, a su investigación. Quiero ser un ciudadano correcto, un mexicano modelo y quiero hacer lo mejor para mi y para los mios para mi tierra y para mi mundo.
Sólo quiero tener una vida decente y feliz.

04 abril 2011

Estamos hasta la madre.

Vía: Proceso
Javier Sicilia: Carta abierta a políticos y criminales
Javier Sicilia


MÉXICO, DF., 3 de abril (Proceso).- El brutal asesinato de mi hijo Juan Francisco, de Julio César Romero Jaime, de Luis Antonio Romero Jaime y de Gabriel Anejo Escalera, se suma a los de tantos otros muchachos y muchachas que han sido igualmente asesinados a lo largo y ancho del país a causa no sólo de la guerra desatada por el gobierno de Calderón contra el crimen organizado, sino del pudrimiento del corazón que se ha apoderado de la mal llamada clase política y de la clase criminal, que ha roto sus códigos de honor.

No quiero, en esta carta, hablarles de las virtudes de mi hijo, que eran inmensas, ni de las de los otros muchachos que vi florecer a su lado, estudiando, jugando, amando, creciendo, para servir, como tantos otros muchachos, a este país que ustedes han desgarrado. Hablar de ello no serviría más que para conmover lo que ya de por sí conmueve el corazón de la ciudadanía hasta la indignación. No quiero tampoco hablar del dolor de mi familia y de la familia de cada uno de los muchachos destruidos. Para ese dolor no hay palabras –sólo la poesía puede acercarse un poco a él, y ustedes no saben de poesía–. Lo que hoy quiero decirles desde esas vidas mutiladas, desde ese dolor que carece de nombre porque es fruto de lo que no pertenece a la naturaleza –la muerte de un hijo es siempre antinatural y por ello carece de nombre: entonces no se es huérfano ni viudo, se es simple y dolorosamente nada–, desde esas vidas mutiladas, repito, desde ese sufrimiento, desde la indignación que esas muertes han provocado, es simplemente que estamos hasta la madre.

Estamos hasta la madre de ustedes, políticos –y cuando digo políticos no me refiero a ninguno en particular, sino a una buena parte de ustedes, incluyendo a quienes componen los partidos–, porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación, porque en medio de esta guerra mal planteada, mal hecha, mal dirigida, de esta guerra que ha puesto al país en estado de emergencia, han sido incapaces –a causa de sus mezquindades, de sus pugnas, de su miserable grilla, de su lucha por el poder– de crear los consensos que la nación necesita para encontrar la unidad sin la cual este país no tendrá salida; estamos hasta la madre, porque la corrupción de las instituciones judiciales genera la complicidad con el crimen y la impunidad para cometerlo; porque, en medio de esa corrupción que muestra el fracaso del Estado, cada ciudadano de este país ha sido reducido a lo que el filósofo Giorgio Agamben llamó, con palabra griega, zoe: la vida no protegida, la vida de un animal, de un ser que puede ser violentado, secuestrado, vejado y asesinado impunemente; estamos hasta la madre porque sólo tienen imaginación para la violencia, para las armas, para el insulto y, con ello, un profundo desprecio por la educación, la cultura y las oportunidades de trabajo honrado y bueno, que es lo que hace a las buenas naciones; estamos hasta la madre porque esa corta imaginación está permitiendo que nuestros muchachos, nuestros hijos, no sólo sean asesinados sino, después, criminalizados, vueltos falsamente culpables para satisfacer el ánimo de esa imaginación; estamos hasta la madre porque otra parte de nuestros muchachos, a causa de la ausencia de un buen plan de gobierno, no tienen oportunidades para educarse, para encontrar un trabajo digno y, arrojados a las periferias, son posibles reclutas para el crimen organizado y la violencia; estamos hasta la madre porque a causa de todo ello la ciudadanía ha perdido confianza en sus gobernantes, en sus policías, en su Ejército, y tiene miedo y dolor; estamos hasta la madre porque lo único que les importa, además de un poder impotente que sólo sirve para administrar la desgracia, es el dinero, el fomento de la competencia, de su pinche “competitividad” y del consumo desmesurado, que son otros nombres de la violencia.

De ustedes, criminales, estamos hasta la madre, de su violencia, de su pérdida de honorabilidad, de su crueldad, de su sinsentido. Antiguamente ustedes tenían códigos de honor. No eran tan crueles en sus ajustes de cuentas y no tocaban ni a los ciudadanos ni a sus familias. Ahora ya no distinguen. Su violencia ya no puede ser nombrada porque ni siquiera, como el dolor y el sufrimiento que provocan, tiene un nombre y un sentido. Han perdido incluso la dignidad para matar. Se han vuelto cobardes como los miserables Sonderkommandos nazis que asesinaban sin ningún sentido de lo humano a niños, muchachos, muchachas, mujeres, hombres y ancianos, es decir, inocentes. Estamos hasta la madre porque su violencia se ha vuelto infrahumana, no animal –los animales no hacen lo que ustedes hacen–, sino subhumana, demoniaca, imbécil. Estamos hasta la madre porque en su afán de poder y de enriquecimiento humillan a nuestros hijos y los destrozan y producen miedo y espanto.

Ustedes, “señores” políticos, y ustedes, “señores” criminales –lo entrecomillo porque ese epíteto se otorga sólo a la gente honorable–, están con sus omisiones, sus pleitos y sus actos envileciendo a la nación. La muerte de mi hijo Juan Francisco ha levantado la solidaridad y el grito de indignación –que mi familia y yo agradecemos desde el fondo de nuestros corazones– de la ciudadanía y de los medios. Esa indignación vuelve de nuevo a poner ante nuestros oídos esa acertadísima frase que Martí dirigió a los gobernantes: “Si no pueden, renuncien”. Al volverla a poner ante nuestros oídos –después de los miles de cadáveres anónimos y no anónimos que llevamos a nuestras espaldas, es decir, de tantos inocentes asesinados y envilecidos–, esa frase debe ir acompañada de grandes movilizaciones ciudadanas que los obliguen, en estos momentos de emergencia nacional, a unirse para crear una agenda que unifique a la nación y cree un estado de gobernabilidad real. Las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una marcha nacional el miércoles 6 de abril que saldrá a las 5:00 PM del monumento de la Paloma de la Paz para llegar hasta el Palacio de Gobierno, exigiendo justicia y paz. Si los ciudadanos no nos unimos a ella y la reproducimos constantemente en todas las ciudades, en todos los municipios o delegaciones del país, si no somos capaces de eso para obligarlos a ustedes, “señores” políticos, a gobernar con justicia y dignidad, y a ustedes, “señores” criminales, a retornar a sus códigos de honor y a limitar su salvajismo, la espiral de violencia que han generando nos llevará a un camino de horror sin retorno. Si ustedes, “señores” políticos, no gobiernan bien y no toman en serio que vivimos un estado de emergencia nacional que requiere su unidad, y ustedes, “señores” criminales, no limitan sus acciones, terminarán por triunfar y tener el poder, pero gobernarán o reinarán sobre un montón de osarios y de seres amedrentados y destruidos en su alma. Un sueño que ninguno de nosotros les envidia.

No hay vida, escribía Albert Camus, sin persuasión y sin paz, y la historia del México de hoy sólo conoce la intimidación, el sufrimiento, la desconfianza y el temor de que un día otro hijo o hija de alguna otra familia sea envilecido y masacrado, sólo conoce que lo que ustedes nos piden es que la muerte, como ya está sucediendo hoy, se convierta en un asunto de estadística y de administración al que todos debemos acostumbrarnos.

Porque no queremos eso, el próximo miércoles saldremos a la calle; porque no queremos un muchacho más, un hijo nuestro, asesinado, las redes ciudadanas de Morelos están convocando a una unidad nacional ciudadana que debemos mantener viva para romper el miedo y el aislamiento que la incapacidad de ustedes, “señores” políticos, y la crueldad de ustedes, “señores” criminales, nos quieren meter en el cuerpo y en el alma.

Recuerdo, en este sentido, unos versos de Bertolt Brecht cuando el horror del nazismo, es decir, el horror de la instalación del crimen en la vida cotidiana de una nación, se anunciaba: “Un día vinieron por los negros y no dije nada; otro día vinieron por los judíos y no dije nada; un día llegaron por mí (o por un hijo mío) y no tuve nada que decir”. Hoy, después de tantos crímenes soportados, cuando el cuerpo destrozado de mi hijo y de sus amigos ha hecho movilizarse de nuevo a la ciudadanía y a los medios, debemos hablar con nuestros cuerpos, con nuestro caminar, con nuestro grito de indignación para que los versos de Brecht no se hagan una realidad en nuestro país.
Además opino que hay que devolverle la dignidad a esta nación.

Esta carta se publica en la edición 1976 de la revista Proceso, ya en circulación.

El que quiere cambiar el mundo.

Jóven, quiero viajar. Lléveme a la revolución.

Dichosos los que nada esperaran,
pues nunca serán defraudados.

Todos en algun momento fuímos o somos jóvenes. El ser jóven en ocasiones es un delito para la sociedad moderna que ve el cambio del paradigma como un ataque a lo que se considera como los tiempos mejores y las buenas costumbres del pasado de antaño. Todo tiempo pasado es mejor.

El problema con los jóvenes es que vemos las cosas diferentes y tenemos la conceptualidad de expresar lo que no nos gusta y decirlo en voz alta, y eso irrita a los mayores, a aquellos que ya viven complacientes en el mundo como es y que no lo quieren cambiar. Los mayores de 30 años estan acostumbrados al mundo tal como es, con sus defectos y virtudes, es como el amor, le tienen un cariño muy especial y ven las cosas porque si, porque son. En cambio los jóvenes no estamos de acuerdo con todo eso y los 30 años es una edad muy dificil para el jóven que deja de ser jóven.

Hace tiempo leí que los menores de 30 años adoptan cualquier tecnología nueva que salga al marcado y les fascina, la hacen parte de su vida cotidiana y es una bandera del nuevo desarrollo. Por otra parte los mayores de 30 años no ven esas nuevas tecnologías con tanta fascinación.

Creo que todos tenemos que pasar por ese proceso natural y de (d)evolución natural. Todos en algún momento fuímos o somos jóvenes y adoptamos con mucho placer las tecnologías que salen y la hacemos nuestras para beneplacito de nuestra generación y renuencia de la anterior. El problema viene en el CUÁNDO nos convertimos en parte de la siguiente generación y ahora en la transición, volteamos a ver a la nueva o a las nuevas generaciones de una manera marginal en el que no nos gustna los cambios que quieren llevar acabo.

Parte de ese proceso natural es mi impotencia social de querer cambiar el mundo. Creo que hay un momento en la vida de todo jóven en el que se da cuenta de que los cambios radicales y fuertes que quiere llevar acabo, el sueño de cambiar el mundo se desvanecen. Creo que todos hemos visto una problemática social, tecnológica o política que deseamos con fuerza cambiar, que soñamos en revolucionar el cambio y trascender en la historia de nuestra generación como los héroes que supieron usar el sistema o corromperlo a su favor.

Héroes anónimos de los que hay muchos o héroes icónicos como el ché Guevara, que no tuvo tiempo de volverse viejo y se inmortalizó en la historia como un revolucionario tratando de convertir el mundo en su sueño, y no como un político como Fidel Castro. Creo que el ché hubiera llegado a ese punto, pero la historia no le permitió perdurar de esa manera.

Los jóvenes en México y en muchas partes del mundo vemos la esperanza en cambiar la política mexicana, y muchos entran para proponer un cambio de vanguardia, pero terminan hundiendose en el pantano de los dogmas esculpidos durante muchas generaciones. Cuándo perdemos el sueño? Cuándo nos volvemos indiferentes ante el sistema político, el sistema judicial, el mundo? Cuando dejamos de querer cambiar el mundo?.

Creo que mi vida esta muy cerca de ese momento, creo que pronto perderé las esperanzas y me sumergiré en ese pantano y me embarraré de lodo y al estar hundiendome dejaré de luchar y me dejaré ir y me convertiré en lo que como jóven juré nunca me convertiría. Quiero creer que antes de los 30 hay una esperanza para ser el genio revolucionario, el ícono complementario de una playera, de una frase, de una canción, de un poema y de una generación. Pero cada vez se aleja mas mi sueño y el mundo que me rodea hoy me llena de indiferencias

Me quedo con un texto muy bonito que encontré hace tiempo en la oficina de una ex jefa mía:

Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar solo mi país. Pero con el tiempo me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: Si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y -quien sabe- tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.

Espero poder hacer algo antes de perder la fé en mi y la esperanza en la humanidad. Hoy todavía quiero cambiar el mundo y a mi manera lo haré.

27 marzo 2011

Collage de fotos entre febrero y marzo del 2011

No tienen mucho sentido. Son lugares donde he estado y cosas que he hecho y visto.















15 enero 2011

Girasoles día 97 (15 Enero 2011)

Girasoles grandes y uno pequeño que tiene por nombre: "El girasol bonsai".


Comparativa de tamaño con mi dedo del Bonsai y el Grande. En el primero la primera falanga de mi dedo es el tamaño de sus pétalos, y en el segudo caso sus pétalos miden casi tanto como mi dedo.
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