Jóven, quiero viajar. Lléveme a la revolución. |
Dichosos los que nada esperaran,
pues nunca serán defraudados.
Todos en algun momento fuímos o somos jóvenes. El ser jóven en ocasiones es un delito para la sociedad moderna que ve el cambio del paradigma como un ataque a lo que se considera como los tiempos mejores y las buenas costumbres del pasado de antaño. Todo tiempo pasado es mejor.
El problema con los jóvenes es que vemos las cosas diferentes y tenemos la conceptualidad de expresar lo que no nos gusta y decirlo en voz alta, y eso irrita a los mayores, a aquellos que ya viven complacientes en el mundo como es y que no lo quieren cambiar. Los mayores de 30 años estan acostumbrados al mundo tal como es, con sus defectos y virtudes, es como el amor, le tienen un cariño muy especial y ven las cosas porque si, porque son. En cambio los jóvenes no estamos de acuerdo con todo eso y los 30 años es una edad muy dificil para el jóven que deja de ser jóven.
Hace tiempo leí que los menores de 30 años adoptan cualquier tecnología nueva que salga al marcado y les fascina, la hacen parte de su vida cotidiana y es una bandera del nuevo desarrollo. Por otra parte los mayores de 30 años no ven esas nuevas tecnologías con tanta fascinación.
Creo que todos tenemos que pasar por ese proceso natural y de (d)evolución natural. Todos en algún momento fuímos o somos jóvenes y adoptamos con mucho placer las tecnologías que salen y la hacemos nuestras para beneplacito de nuestra generación y renuencia de la anterior. El problema viene en el CUÁNDO nos convertimos en parte de la siguiente generación y ahora en la transición, volteamos a ver a la nueva o a las nuevas generaciones de una manera marginal en el que no nos gustna los cambios que quieren llevar acabo.
Parte de ese proceso natural es mi impotencia social de querer cambiar el mundo. Creo que hay un momento en la vida de todo jóven en el que se da cuenta de que los cambios radicales y fuertes que quiere llevar acabo, el sueño de cambiar el mundo se desvanecen. Creo que todos hemos visto una problemática social, tecnológica o política que deseamos con fuerza cambiar, que soñamos en revolucionar el cambio y trascender en la historia de nuestra generación como los héroes que supieron usar el sistema o corromperlo a su favor.
Héroes anónimos de los que hay muchos o héroes icónicos como el ché Guevara, que no tuvo tiempo de volverse viejo y se inmortalizó en la historia como un revolucionario tratando de convertir el mundo en su sueño, y no como un político como Fidel Castro. Creo que el ché hubiera llegado a ese punto, pero la historia no le permitió perdurar de esa manera.
Los jóvenes en México y en muchas partes del mundo vemos la esperanza en cambiar la política mexicana, y muchos entran para proponer un cambio de vanguardia, pero terminan hundiendose en el pantano de los dogmas esculpidos durante muchas generaciones. Cuándo perdemos el sueño? Cuándo nos volvemos indiferentes ante el sistema político, el sistema judicial, el mundo? Cuando dejamos de querer cambiar el mundo?.
Creo que mi vida esta muy cerca de ese momento, creo que pronto perderé las esperanzas y me sumergiré en ese pantano y me embarraré de lodo y al estar hundiendome dejaré de luchar y me dejaré ir y me convertiré en lo que como jóven juré nunca me convertiría. Quiero creer que antes de los 30 hay una esperanza para ser el genio revolucionario, el ícono complementario de una playera, de una frase, de una canción, de un poema y de una generación. Pero cada vez se aleja mas mi sueño y el mundo que me rodea hoy me llena de indiferencias
Me quedo con un texto muy bonito que encontré hace tiempo en la oficina de una ex jefa mía:
Cuando era joven y mi imaginación no tenía límites, soñaba con cambiar el mundo. Según fui haciéndome mayor, pensé que no había modo de cambiar el mundo, así que me propuse un objetivo más modesto e intenté cambiar solo mi país. Pero con el tiempo me pareció también imposible. Cuando llegué a la vejez, me conformé con intentar cambiar a mi familia, a los más cercanos a mí. Pero tampoco conseguí casi nada. Ahora, en mi lecho de muerte, de repente he comprendido una cosa: Si hubiera empezado por intentar cambiarme a mí mismo, tal vez mi familia habría seguido mi ejemplo y habría cambiado, y con su inspiración y aliento quizá habría sido capaz de cambiar mi país y -quien sabe- tal vez incluso hubiera podido cambiar el mundo.
Espero poder hacer algo antes de perder la fé en mi y la esperanza en la humanidad. Hoy todavía quiero cambiar el mundo y a mi manera lo haré.
1 comentario:
Ernesto muere a los 39 años de edad suficiente edad como para luchar por convicción lo que para los normales es un sueño y para ti es lo JUSTO Y NECESARIO. Que el coraje no se quede en hormonas juveniles, Hasta la Victoria SIEMPRE!!
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